La ecología en la Biblia y en otras creencias religiosas

$8,800

ANTONIO BRAILOVSKY

978-987-9493-99-1

pags 232

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Descripción

Hace muchos años, un grupo de pastores de ovejas cruzó el desierto y se asentó junto a un río. En ese lugar, los hombres se dijeron unos a otros: “Vamos, edifiquémonos una ciudad y una Torre, cuya cúspide llegue al cielo, y hagámonos un nombre, por si fuéramos esparcidos sobre la faz de toda la tierra”.
De manera que los pastores se pusieron a construir una Torre de ladrillos; la hicieron de ese material porque en los suelos aluvionales próximos al Tigris y al Éufrates escaseaban las grandes piedras. La comenzaron para que pudiera llegar al cielo, y quizás lo hubieran logrado, si su Dios no hubiera descendido sobre ellos y confundido sus lenguas, para que ninguno entendiera el habla de su compañero. Así fueron esparcidos por toda la tierra, y dejaron de edificar la ciudad.
Pensemos en esa Torre y en esos pastores, porque si la Biblia es para nosotros un punto de encuentro, la Torre de Babel es un punto de partida. Porque, ¿qué clase de Torre es ésta que no puede ser construida por señas? ¿Por qué los albañiles tienen que hablar todos el mismo idioma? ¿Qué obstáculo hay, si de ladrillos se trata, en señalar con el dedo: aquí va una pared, allá va una columna?
Entonces, la Biblia se refiere a otra clase de Torre, que sólo puede ser construida cuando los hombres son capaces de hablar una misma lengua y unas mismas palabras. No está construida con ladrillos, sino que está edificada con palabras. Se trata, en definitiva, de una Torre de papel que comenzaron a levantar y que constituye su monumento más perdurable.

Porque mientras otros pueblos decidieron hacer obras de piedra o de madera, de ladrillo o de sangre, estos pastores alzaron una Torre de palabras, al mismo tiempo que se daban un nombre, por si fuesen esparcidos por toda la tierra.

El mío habla del modo en que esos pastores veían la na-turaleza. En qué cosas su mirada se parece a la nuestra, porque culturalmente descendemos de ellos o porque su mensaje es universal. Y en qué nos diferenciamos, porque la actitud ante la naturaleza es, también, un signo de los tiempos. Pero los pastores no estaban solos en el mundo. Infinidad de culturas incorporaron a sus creencias su percepción de la naturaleza, lo que nos da un mosaico extraordinariamente rico y variado. En este libro se presenta una pequeña parte de esa inmensa diversidad.

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